Estoy cansada, muy cansada...
Mi cuerpo desfallece.
El dolor se apodera de mi, va ganando terreno,
quiere dominarme y adueñarse de mi vida.
No voy a tirar la toalla, seguiré luchando.
¡Me faltan las fuerzas!
Mi mirada desea perderse en el abismo, pero,
no claudicaré;
no cederé ni un ápice ante la derrota.
El precipicio está delante de mi,
no caeré, no.
Mis fuerzas pueden flaquear mas nunca me postrarán,
porque sé en quien he creído.
No es cualquiera, no...
Es El Todopoderoso, es El Creador:
hizo todo cuanto vemos con su voz, y con sus manos nos formó.
Es mi Salvador:
Es mi Salvador:
pagó el precio más alto por mi.
¡Cuánto amor dedicó! ¿cómo voy a dudar de Él?
Ha prometido estar conmigo para que no desmaye,
Él es mi Dios.
Me dará fuerzas, siempre me ayudará, me sostendrá con su mano derecha salvadora.
Estoy cansada, muy cansada, pero gracias a Él
¡nunca vencida!.
¡nunca vencida!.
«Mi alma alaba la grandeza del Señor;
mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.
Porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava,
y desde ahora siempre me llamarán dichosa;
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
¡Santo es su nombre!
Dios tiene siempre misericordia
de quienes lo reverencian.
(Lucas 1:46 al 50)
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